Inspirado en una cárcel boliviana real, el juego abre las puertas al “cholaverso”, un mundo mágico con temática andina latinoamericana
Una diosa andina, la Jaguara, te da la bienvenida a las puertas de una misteriosa cárcel boliviana, en la cual para ingresar necesitas una máscara mágica. Bienvenido a “Prison X”, la puerta de entrada al “cholaverso” virtual. “Prison X” es un videojuego creado por una directora boliviana, Violeta Ayala, utilizando técnicas de realidad virtual (RV).
Con 44 años, Ayala, cineasta de formación, de etnia quechua, empezó el pasado 2010 a rodar un documental sobre la prisión de San Sebastián en Cochabamba, donde un millar de prisioneros viven hacinados con sus familias en un espacio donde existe un mercado, una capilla e incluso una escuela.
Ayala quería reflejar el caos interno del penal y las sensaciones que le fueron ganando a lo largo de cuatro años. Y la realidad no era suficiente.
“Me di cuenta que el cine plano es aburrido, y sé cómo los juegos están cambiando las realidades”, explicó la cineasta durante la presentación de “Prison X” en el festival NewImages. “Prison X” fue el fruto de ese salto tecnológico, protagonizado además por un equipo multinacional y multirracial, en el que predominan las mujeres indígenas. El juego, para el que se necesitan lentes especiales, fue evolucionando a medida que lo hacía la tecnología.
Gracias a la inteligencia artificial (IA), Ayala creó junto a la ilustradora Rilda Paco dos jaguares que reaccionan en función del comportamiento del jugador. Como sucede en la mayoría de esos juegos, el recorrido cambia a medida que el usuario toma sus propias decisiones.
“Prison X”, de 35 minutos, fue presentado en el festival de Sundance (Estamos Unidos) y en Cannes el año pasado. “La mejor narración no lineal presentada este año en Sundance”, afirmó tras la presentación Ken Bye, un conocido bloguero del mundo de la RV.
El juego fusiona personajes andinos con narcotraficantes, mujeres con sus polleras (faldas) multicolores con un director de cine occidental algo desorientado.
Sin embargo, Ayala continúa evolucionando su idea. “Estoy trabajando con la IA para crear el cholaverso, crear un robot que hable quechua”, aseveró.
El “Cholaverso” sería la versión mestiza e indígena del metaverso, el espacio virtual paralelo a la realidad que está siendo construido a golpe de miles de millones de dólares por gigantes tecnológicos como Meta y Google. “Yo no puedo detener el futuro, lo que está pasando. Y como indígena, no quiero estar de nuevo en la cola”, dijo Ayala.
“Es importante usar toda nuestra capacidad tecnológica y nuestro conocimiento intuitivo, entendernos a nosotros mismos” en este nuevo espacio destinado a revolucionar internet, explica. Pero para navegar por “Prison X”, que se presenta por el momento en versión española e inglesa, son necesarios unos lentes caros, inaccesibles para esos usuarios que son precisamente los protagonistas de la historia. “Los lentes son algo pasajero, estamos en un proceso de transición a lo que viene, que es la realidad aumentada”, enfatiza Ayala.
“Nuestro mercado principal es nuestra gente, llegar a Bolivia. Ahorita no funciona, soy muy honesta” admite esta creadora, que ha vivido en Australia. “Cualquier persona en Bolivia se reconoce” en “Prison X”, añade la diseñadora de los personajes, María Corvera.
“Queremos contar esos mitos y leyendas que se van creando en el entorno cotidiano de cada persona, sin que vengan a contárnoslo de afuera”, apunta la ilustradora Rilda Paco, de origen quechua y aymara. La tecnología está cambiando tan rápidamente que Ayala asegura que ahora volvería a crear “Prison X” de forma distinta, apenas un año después de su presentación.
Las tres creadoras se muestran entusiasmadas con el criptoarte, o la ropa digital, que el usuario puede vestir y desechar con un “clic” en el teléfono. Pero Corvera, que vive en Berlín, creó también una empresa de reciclaje de ropa. “Vamos a desarrollar una neuroplasticidad diferente” cuando la RA se generalice, enfatiza Ayala.
¿Y cuál será el impacto en los niños, que crecerán con esa nueva situación? “El miedo que siento es irrelevante. Tengo más miedo a que mi cultura no sobreviva, a que me sigan contando quién soy”, replica Ayala.