El economista de la Unión Industrial Argentina (UIA) detalló las ventajas de la transición digital para una industria más exportadora. Mencionó además la falta de coordinación con la ciencia como una falla importante y las tensiones con los sindicatos en el camino hacia la innovación
El Gobierno, junto a las empresas, busca que la tecnología4.0 llegue a toda laindustria, con la finalidad de ampliar la competitividad y la productividad, además de dar un salto exportador. Con financiamiento del Ministerio de Desarrollo Productivo, la Unión Industrial Argentina (UIA) lanzó recientemente un programa gratuito de transformación digital para pymes, llamado Ruta X. Se trata de llevar adentro de las plantas la inteligencia artificial (IA), el uso de big data y otras tantas tecnologías que resuelvan problemas. Sergio Drucaroff, uno de los especialistas en desarrollo productivo de la UIA, habló acerca de cuáles son las dificultades para avanzar en la transformación digital, la “falta” de coordinación con el sector científico y las “tensiones” con los sindicatos.
¿La industria 4.0 podría aumentar la competitividad de la industria y que se vuelva mucho más exportadora?
Totalmente. Estas tecnologías trabajan puertas adentro de la planta. Lo vemos en sectores difusores de conocimiento en la cadena de valor, como la automotriz. Para que exporte, tiene que tener en su planta la tecnología, pero también a lo largo de su red de proveedores. Ver qué está pasando entre la empresa proveedora y la terminal es un proyecto 4.0, como si fuera un teletrabajo integrado, pero entre compañías. Procesos más complejos con industria 4.0 significan más competitividad y debería impactar en la exportación.
¿En qué punto estamos hoy?
En 2018, la UIA, junto al BID y CIPPEC, publicó un estudio sobre 300 empresas para ver cómo estaba la agenda 4.0. Arrojó que había una pirámide concentrada en pocas empresas, menos del 10%, que tenían algún área de la gestión, ya sea en producción, comercial o logística, con alguna tecnología 4.0. Había una franja de la mitad de las entrevistadas que estaba entre la industria 2 y 3.0. El restante, todavía muy incipiente. Hoy debería estar mejor, pero no está medido. La buena noticia es que cuando le preguntas a las empresas si están interesadas en hacer un proyecto de transformación digital, más del 80% te dice que sí. Esta agenda levanta mucho interés, pero todavía hay desafíos: ¿dónde están los expertos?, ¿cómo conseguir buenos proveedores tecnológicos? Acompaña que hubo una recomposición en el último año de algunos márgenes y del nivel de actividad.
¿Las empresas consideran que es un buen momento para invertir?
La verdad, sí. Pero también tenemos un sesgo porque el que viene al centro de industria es porque quiere hacer algo. Las empresas que tienen la típica inversión de sostén permanente están mutando a hacer una inversión más de fondo, se empiezan a animar porque, por ejemplo, invertir en una licencia de software en la nube que te resuelva la conexión entre producción y comercialización no es caro y resuelve muchos problemas.
Decía que había mucho interés por invertir en transformación digital. ¿Cuál es la dificultad más grande para que avance?
Primero, hay que entender cómo la tecnología te resuelve un problema. Por ejemplo, una empresa que tiene accidentes laborales hoy podría contar con una tecnología con video analytics, para ver si los operarios están con el casco y el chaleco puesto en los lugares inseguros. Es muy probable que no sepan que existe esta tecnología, y no es algo caro de implementar. Las cámaras ya las tienen, sólo tienen que ponerle un software que detecte la vestimenta. Por eso no es tanto un tema de financiamiento, sino de conocimiento de las tecnologías. De entender qué será lo que me aplica a mí y de tener adentro de la organización un líder que me explique y que lidere la transformación. Las personas son las que hacen los cambios. Si no, las organizaciones funcionan como el cerebro, tienden a hacer lo que menos esfuerzo les demanda y eficientizar, entonces les cuesta estar pensando en cómo cambiar las cosas.
¿El Estado debería tener algún rol en el camino hacia la innovación privada?
Ninguna de las dos partes puede hacer esto sola. La UIA tiene penetración en el tejido empresarial, pero a la vez necesita cosas que no existen todavía. La universidad pública no te da un profesional formado para asistir a las empresas en tecnología; tiene que haber acciones del Estado que ayuden a que estos perfiles existan. Creo que las políticas que estimulen el cambio tecnológico no deberían permanecer inmutables por décadas, sino generar un efecto demostración. Que rompan el hielo del desconocimiento. Le muestras a los primeros adoptantes, las redes empresariales lo difunden y, así, ir reduciendo el incentivo. No debería seguir siendo gratis, en tal caso con financiamiento de una parte, en lo más disruptivo.
¿Cómo ve la relación del sector productivo con la academia y la ciencia?
Es clave, pero falta coordinación y conocimiento mutuo entre que está haciendo la academia y las empresas. La academia descubre cosas que no tenía idea que les servían a las empresas; pasó con Raquel Chan y Bioceres. Igual, existe un trabajo de la Agencia I+D+i del Ministerio de Ciencia. Pero si quieres transformar la realidad industrial, necesitas tener el mapa de quiénes son los científicos que trabajan en tecnologías disruptivas, y que así se pueda poner adelante a las empresas para que los financien.
Tanto el Ministerio de Desarrollo Productivo como el sector privado muestran interés en esta agenda. ¿Esto genera tensión con los sindicatos?
La interacción con sindicatos siempre fue buena, pero por supuesto que la tecnología genera tensiones. No podemos hacer que no pasa nada. Las charlas tienen que ver con cómo refuncionalizar al operario que hacía algo que reemplazó una tecnología para que se le cree un nuevo empleo. Lo primero que se reemplaza es el trabajo de menor valor agregado. Hay máquinas que no van más; si sólo sabes manejar esa, hay que trabajar en esa transición. Es un tema que se discute en el mundo. En Argentina hay un período en donde falta una primera transformación: necesitamos crear más empleo, hay oportunidad, no es que estamos al tope. Hay que formar más gente para que ingrese al mercado laboral. En esa agenda hay una transición donde la primera parte es generarlo. Y para eso tienes que tener competitividad, estar preparado para competir, poder exportar y ser productivo. El alineamiento en esto con los sindicatos es muy fuerte; esa es la ventaja de estar mal. No hay nadie cómodo en esta situación del empleo, por más que haya habido una leve recuperación.
¿Por qué deciden avanzar en un programa de innovación financiado por la Sepyme?
No hay que ser parte de la UIA para anotarse. Y es gratuito por el apoyo financiero del Gobierno. En 2017 hubo una conferencia industrial sobre industria 4.0 y fue clave el diálogo en aquel momento del presidente de la UIA, Miguel Acevedo, con Sergio Kaufman, de Accenture, de que sería bueno tener un espacio tecnológico para las pymes. Cuando nace el centro iba a ser un desafío, al ser tan pocas las empresas que adoptaban 4.0, todos iban a decir que era un centro para que lo usen las grandes. Ruta X es la respuesta para democratizar el acceso a estas tecnologías. Sabemos que a las pymes les falta un paso más, no tienen una gerencia de I+D o los recursos de una multinacional; por eso articulamos con la política pública y armamos una plataforma. Necesitamos que haya centros en todo el país para que, de acá a 3 años, pueda ser una fuente de transferencia genuina que es la que se da en las uniones industriales de los países desarrollados.
P.: ¿Qué piensa de las startups tecnológicas de argentinos que se transforman en unicornios, pero que no se encuentran en Argentina?
Es un tema, pero no es algo de Argentina estrictamente. Chile tuvo una iniciativa que le pagaba a emprendedores para que armen su startup allá. Fue polémico y después la gran mayoría no se quedaba ahí. Es cómo funciona el mundo: las compañías se radican en los esquemas financieros y fiscales más flexibles. Tal vez haya que pensar en una nueva definición, que es tener una compañía con figura legal en otro país, pero que tiene su centro de innovación y generación de trabajo acá. Hay que pensar las startups como multinacionales de entrada. La prohibición de irse es imposible. Argentina tiene la posibilidad de seguir generando startups que van de acá a Latinoamérica. Pero competís con otros que quieren hacer lo mismo que vos y ponen incentivos. Pero, por otro lado, seguimos teniendo una ventaja, que no es muy positiva, que es que para esos perfiles los salarios todavía son competitivos. Y el talento que puedes tener acá es comparativamente mejor al que puedes tener afuera.